#57. Las ciencias marinas en la España de la posguerra civil de 1936-1939

La situación de España después de la guerra civil fue muy difícil en lo económico, en la social y en consecuencia lo fue aún más si cabe para el mundo de la ciencia en general y de las ciencias marinas en particular. Asimismo, y más allá de estas circunstancias, el golpe de Estado del general Franco en 1936 afectó de forma especial al Instituto Español de Oceanografía, una institución que los vencedores consideraban “una cueva de rojos”.  Todo el personal del Instituto Español de Oceanografía fue sometido a procesos de depuración con resultados diversos. La introducción de la Orden Ministerial de 3 de febrero de 1939 que decía: «[…] por ser pública y notoria la desafección de los catedráticos universitarios […] al nuevo régimen implantado en España, no solamente por sus actuaciones en las zonas que han sufrido y en las que sufren la dominación marxista, sino también por su pertinaz política antinacionalista y antiespañola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional […]» resulta reveladora de la posición de los vencedores hacia el mundo de la ciencia en aquellos años.

En enero de 1940 el almirante Jesús María de Rotaeche fue nombrado director del Instituto Español de Oceanografía y en marzo se propuso el nombramiento de Francisco de Paula Navarro como subdirector. El director general Rotaeche explicaba que se nombraba a Navarro «para normalizar el funcionamiento del IEO» e informaba que: «técnicamente es “el mejor preparado” […] su ideología la desconozco, pero el personal del laboratorio de Baleares fue encarcelado en los primeros momentos del movimiento y este señor fue exceptuado o sea que por lo menos no fue considerado enemigo».

En 1951 el contralmirante Rafael García Rodríguez sucedió a Rotaeche y en su primer análisis del Instituto comentaba «al reorganizarse este Instituto después de terminada nuestra guerra de liberación, existían numerosas vacantes de personal y como las necesidades del servicio de este centro no permiten dar entrada en el mismo a los que solo cuentan con el título universitario exigido, pues carecen de la especialización precisa, y era necesario cubrir esas plazas para el debido desarrollo de los trabajos, se atendió a la labor de especialización de personal que pudiera ocupar las vacantes. Llevada a efecto esta labor, se han ido proveyendo las plazas, pero lo exiguo de la retribución y las escasas perspectivas de mejoras ha dado lugar a que este personal busque otros rumbos para sus actividades que le ofrezca un mejor porvenir»

El subdirector Francisco de Paula Navarro, licenciado en Ciencias Naturales en 1918 se había incorporado al Laboratorio de Baleares en 1925 y fue su director hasta 1940 cuando, como subdirector, asumió la dirección científica del Instituto. En 1940 en Palma quedo como director Miquel Massutí Alzamora también licenciado en Ciencias naturales. En 1936 Massutí, militante del Partido Republicano Federal, había sido encarcelado y sometido a un expediente por la Comisión Depuradora que fue resuelto sin sanción. Navarro en Madrid y Massutí en Palma mantuvieron su estrecha amistad y su correspondencia epistolar entre mayo y diciembre de 1940 ilustra perfectamente las dificultades que tuvo que afrontar el Instituto Español de Oceanografía en aquellos años. La correspondencia entre Navarro y Massutí se conserva en el archivo de Miguel y Pere Antoni Massutí Oliver y constituye una valiosa documentación relativa a la reorganización del Instituto y a los expedientes de depuración política a que fueron sometidos sus investigadores.

En mayo de 1940 Navarro le escribía a Massutí: «Están aquí (Luis) Bellón, (Álvaro) Miranda, (Juan) Cuesta y (José María) Navaz […]. Falta (Luis) Alaejos al que, por lo visto, no han citado […]». Unos días más tarde añadía: «Las reuniones para precisar la reorganización y el nuevo Reglamento, fueron rápidas […]. De los costeros sólo falta Alaejos, que está en depuración y a medio sueldo […]. En la reorganización y el Reglamento he llevado la voz cantante, como Ponente […]. Para tener nuevo personal se piensan nombrar becarios […]. El director es discreto, estudioso, con voluntad, y lleva, en fin, muy bien las cosas. Espero entenderme muy bien con él y con los otros dos marinos. El secretario es buena persona, […]. El Director General de Pesca es una calamidad. […] Se gestiona reanudar las publicaciones». En junio Navarro escribía de nuevo a Massutí explicándole que: «Las depuraciones de la posguerra, han dejado muchas plazas vacías en el Instituto y faltan biólogos. Hay que buscar gente joven, a la que adiestrar y aficionar debidamente. La lástima es que todos los recién licenciados preferirán colocarse en cátedras». Además, existían otras dificultades que explicaba en una carta de septiembre del mismo año «Hoy hacemos propuesta para las becas. Un poco difícil, pues hay que guardar cupo para mutilados, oficiales, excombatientes, excautivos e hijos de muertos por la causa […]».

En relación a los procesos de depuración, la correspondencia de Navarro a Massutí Alzamora trasluce perfectamente la situación del Instituto después de la Guerra civil: «Los expedientes de responsabilidades políticas van creciendo. A (Victoriano) Rivera no es posible verle […] A (Frutos) Gila lo han dejado a medio sueldo hasta la resolución de su asunto, y de Jimena no sé nada […]». Jimena Quirós Fernández-Tello había sido la primera mujer en incorporarse al Instituto y los encargados de los procesos de depuración fueron especialmente crueles con ella.

En otra carta de mayo de 1940 Navarro comenta: «Respecto a Frutos Gila y Ángel Alconada, está el director interesado en que se resuelvan las cosas a su favor. A Jimena no la he visto; está procesada.  A Rivera le encerraron hace poco y, desde luego, será imposible que siga en el Instituto y en cuanto a Alaejos, parece ser la solución más viable que le jubilen […]. La vida en Madrid es agobiadora […] muy difícil, mucho más que ahí, excepto para los ricos y para los enchufados […]». En junio comentaba: «Álvaro (Miranda) está gravemente enfermo […] A Rivera le han colocado doce años y pico. Las demás depuraciones siguen en trámite: Quos que tándem?». En cartas de septiembre, octubre y noviembre comenta: «[…] Ya han separado a Rivera y a Gimeno de Marina. Acaso el tercer golpe sea para Ángel Alconada, que está bastante enfermo. Al pobre Gila le han dejado en la calle, con sorpresa y sentimiento de todos.  […] el juez que ha fallado el expediente contra el pobre Frutos Gila es una fiera […]. Me temo que habrá ocurrido, o va a ocurrir, lo mismo con Alconada, cuyos cargos eran más graves. La noticia del triste final del expediente a Gila, me ha impresionado grandemente […]». Massutí contesta a estas últimas noticias de Navarro: «No habrá ninguna esperanza de arreglo o apelación? Quiera Dios que a los que aún falta por depurar, les quepa mejor suerte». Navarro le responde en diciembre: «[…] Alaejos se ha ganado un traslado forzoso por 3 años e irá a Vigo, con incapacitación para cargos directivos y de confianza. Lo de Ángel va despacio, y no de muy buen cariz. […] Bellón debió comunicarte la muerte del pobre Álvaro (Miranda)».

En una última carta de diciembre de 1940 Navarro comenta: «[…] si las cosas salen como queremos, Ángel te acompañaría en Palma […]. Te aconsejo, con todo interés que estudies alemán, pues al Laboratorio de Palma le espera la asiduidad de los investigadores germánicos y hay que hacer buen papel ante ellos. Si los planes del director cuajan, acaso tendríamos en Palma un ayudante más; es decir, director y dos ayudantes y si te hacemos director, hay que demostrar que el ascenso es merecido».

Por otro lado, acabada la guerra civil en 1939, el Museo Nacional de Ciencias Naturales solicitó la absorción del Instituto y si bien se llegó a redactar un borrador de Decreto la incitativa no prosperó. Pero en noviembre de 1939 se creó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el contexto de la ideología de los ganadores de la guerra civil, con la visión de enlazar la España de aquel momento con el “siglo de oro” y olvidando el resto de épocas de “caos”. Aunque el Consejo fue fundado con un espíritu antagónico al de la Junta de Ampliación de Estudios y en un acto independiente de la disolución de ésta, es común que se presente a ese organismo como su continuación. En la reunión inaugural en noviembre de 1940, el que entonces era ministro de Educación y Ciencia dijo: “Aquí tenéis señor (Franco), alineados en fila, dispuestos en las falanges y centurias de sus Patronatos e Institutos, el nuevo ejército de la ciencia española, dispuestos para la gran batalla de la cultura, ansiosos para realizar el plan de renacimiento y restauración científica nacional, guardando la disciplina del Estado, y con un espíritu unitario de servicio al país. […] Ellos (los investigadores) quieren ser sus más leales y activos colaboradores para la gran y soñada empresa de restaurar nuestro imperio, el Imperio de España, que está en la fuerza universal de la ciencia» (Jiménez Blanco, P., J. y J.M. López Piñero. 1979. Historia y sociología de la ciencia en España. Alianza Universidad, 251. Alianza Editorial, Madrid.).

José Maria Albareda, doctor en Farmacia y miembro del Opus Dei, fue nombrado secretario general del Consejo. Albareda buscaba por toda España personas y organismos con posibilidades para la investigación en el nuevo régimen y contactó a Francisco García del Cid en la Universidad de Barcelona. Así en 1943 se fundó el Instituto de Biología Aplicada asumiendo García del Cid el papel de impulsor de la investigación marina en la posguerra. Catedrático de Zoología de la Universidad de Barcelona había sucedido en 1941 a José María Fuset y Tubía, que había sucedido a su vez al creador de la cátedra Odón de Buen en 1911. García del Cid envió a Buenaventura Andreu al Instituto Español de Oceanografía a formarse como becario.

En 1947 se convocó una oposición a ayudantes de laboratorio en el Instituto y a las plazas de biólogos se presentaron Rafael Alvarado Ballester, Buenaventura Andreu, Luis Diez Jiménez, Ramón Fernández Crehuet, Miguel Oliver Massutí y Fernando Pérez Varela. Andreu no pudo presentarse a la oposición por problemas de salud y ganaron la plaza Oliver y Crehuet y Andreu fue a Santander como becario. El ingreso de Oliver, que en 1941 había salido de las cárceles franquistas, provoco enérgicas protestas de los sectores franquistas más radicales de Mallorca que pretendían que se revocara el nombramiento de Oliver. Pero el contralmirante García Rodríguez director del Instituto las rechazó de plano y solo transigió, para contentarlos, en destinar a Oliver a Vigo, el laboratorio más alejado de su primer destino en Mallorca.

En diciembre de 1948 Andreu pasó a prestar servicios de agregado en el laboratorio de biología de Vinaroz, dependiendo de Santander a efectos económicos. En las navidades de 1948, Albareda visito a Andreu en Albalate de Cinca, su pueblo natal en Huesca y le encargo la redacción de un informe que sirviera de punto de partida para la creación de un centro dedicado a la investigación pesquera en España. Al parecer Albareda pensaba que revitalizar el Instituto Español de Oceanografía, como se había hecho con otras instituciones científicas creadas antes de la guerra, no era viable dadas las circunstancias políticas y sociales del país.

Andreu viajo a Mallorca para contactar a Miguel Massutí Alzamora y en el verano de 1949 se organizó un curso impartido por Andreu y Massutí auxiliados por Ramón Margalef. Asistieron los recién licenciados Gómez Larrañeta, Miguel Duran, Carles Bas, Miguel Massutí Oliver, Julio Rodríguez Roda y otros. A finales de 1949 se montó el primer laboratorio en el Grao de Castellón del que Andreu fue nombrado director, quedando Bas como director de otro laboratorio en Blanes. La junta de gobierno del CSIC de octubre de 1951 decidió que la sección de biología marina del Instituto de Biología Aplicada pasase a ser Instituto de Investigaciones Pesqueras bajo la dirección de García del Cid.

Massutí Alzamora, director del laboratorio de Palma del Instituto Español de Oceanografía había sido nombrado profesor adjunto de la Sección de Biología Marina del Instituto de Biología Aplicada, pero su prematura muerte en 1950, con 48 años y el precario estado de salud de Navarro, director científico del Instituto Español de Oceanografía, que mantenía una estrecha colaboración con Buenaventura Andreu, rompió esa incipiente dinámica de colaboración.

De esta forma se articuló el mundo de las ciencias marinas en la España de la posguerra, estableciéndose una competencia por el espacio científico y sobre todo por las dotaciones presupuestarias entre el Instituto Español de Oceanografía y el Instituto de Investigaciones Pesqueras. Una competencia absurda que en realidad continua en la actualidad.  En 1914 Ignacio Bolívar desde el Museo Nacional de Ciencias Naturales y Odón de Buen desde el Instituto Español de Oceanografía no supieron iniciar un camino en común como se comenta en el post 56 de este blog «El establecimiento de la oceanografía en España». En 1940 José María Albareda no quiso que los caminos confluyeran. Quizás sea ya la hora de acabar con esta absurda situación agrupando en un solo Organismo público la investigación marina española.

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