La dinámica de masas de agua condiciona en gran medida los procesos y mecanismos que se desarrollan en el seno del Mar Mediterráneo y en definitiva determinan la vida y el comportamiento de las poblaciones de seres vivos que las habitan, sea cerca del fondo o apartadas de él.
El Mar Mediterráneo lo constituyen 3700000 Km3 de agua en los que se pueden identificar diferentes masas de agua de características diversas. En gran medida, esta dinámica de masas de agua viene condicionada por una climatología regional que hace del Mediterráneo una cuenca de concentración. Los vientos y la insolación producen una gran evaporación dando lugar a un déficit hídrico crónico ya que los aportes de agua de ríos y lluvias en ningún caso llegan a compensar las pérdidas que se producen por evaporación. Estudios recientes muestran que el Mediterráneo tiene un saldo neto diario negativo de 4752 Hm3, es decir 1734 Km3 al año. Este déficit hídrico es compensado con la entrada de agua desde el exterior, sobre todo desde el Océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar, aunque también en menor medida desde el mar Negro por los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos y desde el mar Rojo por el canal de Suez.
En resumen, el agua que se pierde por la evaporación se compensa sobre todo con el intercambio de aguas con el Atlántico a través de Gibraltar, un intercambio que en este caso es favorable al Mediterráneo. Por otro lado la evaporación hace aumentar la salinidad de las aguas mediterráneas, un aumento que tampoco es compensado por el agua dulce procedente de los ríos y de las precipitaciones. Todo ello, los flujos de intercambio con el Atlántico y la modificación de las características de las aguas mediterráneas, genera, por un lado una formación de masas de agua de características diversas y por otro una circulación de estas en el seno del Mar Mediterráneo en general y del Mediterráneo occidental y del Mar Balear en particular.
El agua superficial de origen Atlántico, que presenta características atlánticas de temperatura, salinidad y densidad, entra al Mar Mediterráneo por el Estrecho de Gibraltar y al tener menor densidad que el agua mediterránea se sitúa por encima de esta, más salina y en definitiva más densa. Esta agua mediterránea genera a su vez una corriente de salida de agua mediterránea hacia el Atlántico en capas situadas por debajo de las aguas superficiales de entrada.
El agua atlántica (en ingles atlantic water AW) que entra por Gibraltar, cuya temperatura oscila entre 15o y 18o centígrados y la salinidad entre 36.5 y 37.5 gramos por litro, da lugar a una corriente superficial que transcurre a lo largo de las costas argelinas generando diversos giros que pueden llegar a alcanzar a las Islas Baleares y la isla de Cerdeña y que pueden llegar a cubrir todo el Mediterráneo suroccidental. Al llegar a las costas de Túnez la corriente asciende hacia el Mar Ligur y el Golfo de Génova por la costa occidental de las Islas de Cerdeña y de Córcega y también por el Mar Tirreno. Se trata de una circulación de tipo ciclónico en sentido contrario a las agujas del reloj. Asimismo una parte de esta masa de agua fluye hacia la cubeta oriental.
Esta agua atlántica, en su recorrido por el Mediterráneo Occidental, sufre una evaporación y un calentamiento que dan lugar a una agua atlántica modificada (en ingles modified atlantic water MAW) más caliente y mas salada, de unos 38 gramos por litro de salinidad, que fluye hacia el Golfo de León, la costa Catalana y a través de los canales de Ibiza y Mallorca de nuevo hacia el Mar de Alboran.
Pero si esta es la situación en superficie, en capas inferiores, por debajo de esta capa superficial podemos identificar otras masas de agua. Los procesos convectivos que se producen en invierno el Golfo de León y en el Mar Ligur dan lugar a un enfriamiento de las aguas de superficie a temperaturas de 12.5o-13o que se hacen más densas y se hunden para situarse por debajo del agua atlántica y del agua atlántica modificada. Por otro lado el agua atlántica que siguió hacia la cubeta oriental, sufre allí un mayor calentamiento y una fuerte evaporación alcanzando los 13o-13.4o de temperatura y 38.5 gramos por litro de salinidad, es la que al regresar al Mediterráneo occidental da lugar a la llamada agua levantina intermedia (LIW) que se sitúa debajo de las aguas atlánticas y del agua de invierno que se hundió al enfriarse en el Mediterráneo noroccidental. Finalmente por debajo de estas masas de agua, superficiales e intermedias, a partir de los 850 metros de profundidad, se acumula el agua profunda del Mediterráneo occidental (en ingles Western Mediterranean Deep Water WMDW) más fría, por debajo de los 13o y más salada, por encima de los 38.4 gramos por litro.
Estas masas de agua se configuran en capas de amplitud variable, estratificadas también a profundidades variables que circulan en sentido contrario a las agujas del reloj, impulsadas en superficie principalmente por los grandes sistemas de viento corregidos por el efecto de la rotación de la Tierra, el efecto de Coriolis y en capas inferiores por los gradientes de densidad igualmente corregidos por el efecto Coriolis. Esta configuración de masas de agua y su circulación en forma de corrientes marinas regulan las características físicas y químicas del agua y también el aporte de nutrientes y lógicamente condicionan la dinámica de los ecosistemas marinos. En definitiva se trata de una dinámica oceanográfica que es determinante de la productividad de los mares y de la vida que en ellos se desarrolla.
Para tener una idea general de los flujos de las corrientes en el mar Mediterráneo podemos acudir a la visualización creada por NASA/Goddard Space Flight Center https://www.youtube.com/watch?v=vkoUHEZ4lXI para la conferencia de la UNESCO celebrada en París en 2011. Esta visualización esta basada en datos del periodo que va de febrero de 2005 a enero de 2006. Los colores de los flujos representa sus profundidades, los flujos blancos son los superficiales mientras que los flujos más profundos son los azules.
En el Mar Balear la situación oceanográfica lógicamente viene condicionada por esta dinámica general, pero en gran medida también por la circulación de las masas de agua fría y de mayor salinidad que fluyen a partir del otoño en dirección norte-sur dando lugar a la llamada corriente del norte. Es frecuente además la aparición de unos eddies o remolinos, generalmente anticiclónicos, en el Golfo de Valencia que pueden llegar a ser de 20 a 70 Km de diámetro, incluso de 150, que ocupan el Canal de Ibiza por periodos de incluso varios meses y que, cuando aparecen, obligan a la corriente del norte a retornar hacia el norte por la costa norte de Mallorca dando lugar a la llamada corriente balear. Además estos eddies pueden hacer también que las aguas atlánticas que fluyen hacia el norte impulsadas por los giros de la corriente de entrada procedente de Gibraltar retornen hacia el sur por el canal de Mallorca.
La existencia o no y la intensidad de estos fenómenos configuran dos escenarios oceanográficos diferentes en el Mar Balear, dos mares diferentes, uno al norte y otro al sur de las Islas Baleares.
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