En la actualidad ya nadie pone en duda que a la hora de valorar el impacto de la pesca sobre las poblaciones y los hábitats marinos es obligado tomar en consideración el clima y la variabilidad medioambiental. En realidad desde mediados del siglo XX, incluso antes, se intentó relacionar las fluctuaciones observadas en las capturas desembarcadas por la flotas pesqueras con el clima. Se plantearon relaciones sencillas con diferentes parámetros, como son la temperatura del agua, la pluviosidad o incluso las fases de la luna, en la búsqueda de algún tipo de correlación, pero el éxito de estos trabajos fue muy limitado cuando no nulo.
En cualquier caso las fluctuaciones observadas en las series de datos de la pesca desembarcadas en los diferentes puertos de las Islas Baleares no pueden ser explicadas exclusivamente por el impacto de la actividad pesquera. Por ello, en 1979 en el Centro Oceanográfico de Baleares se iniciaron muestreos sistemáticos de las capturas desembarcadas en el puerto de Palma de Mallorca y en 1991 se realizo un primer análisis de la información acumulada. Se aplicaron diferentes métodos de análisis de la dinámica de poblaciones marinas sometidas a explotación con la intención de encontrar una explicación a estas fluctuaciones llegando a la conclusión que esta podía estar en el mayor o menor éxito de la reproducción en diferentes años en función de las condiciones medioambientales en el momento de la puesta.
A partir de 1999, contando ya con métodos de muestreo mucho más potentes, se intensifico el estudio del impacto de la pesca y el clima, de la explotación pesquera y las condiciones medioambientales sobre la dinámica de diferentes poblaciones de peces, sobre todo la merluza y la gamba roja. Se observaron tanto las condiciones abióticas, la estructura oceanográfica y su mecánica, como bióticas, en concreto las relaciones tróficas entre los componentes del ecosistema. Los primeros resultados ponían en evidencia que tanto la pesca como el clima impactan sobre las poblaciones y los hábitats marinos y que en consecuencia ambos deben ser tenidos en cuenta a la hora de estudiar el comportamiento de los ecosistemas. En estos estudios, para poder valorar el impacto medioambiental, se tomaron en consideración diversos índices climáticos y la dinámica de las poblaciones de seres marinos sometidos a explotación se midió a través de parámetros como puede ser la biomasa reproductora, su capacidad de puesta y de crecimiento de las poblaciones. Se utilizo un índice climático a mesoescala que se definió expresamente (IDEA) y otros dos, la North Atlantic Oscillation (NAO) y la Mediterranean Oscillation (MO), a mayor escala. Se estudió la relación entre estos índices y la dinámica de las poblaciones de merluza y gamba roja y se pudo ver como diferentes condiciones oceanográficas condicionan diferentes comportamientos de las poblaciones estudiadas, por ejemplo en el momento de la puesta y las primeras fases de vida. Se constató tambien que cuando las aguas frías procedentes del Golfo de León llegan a las Islas Baleares en primavera se estimula la productividad marina favoreciendo el desarrollo de las poblaciones.
En 2013 se pudo llevar a cabo un estudio más detallado de la interacción del impacto de la pesca y la variabilidad medioambiental y de la respuesta sincrónica de las poblaciones de seis especies en el periodo 1965–2008. En este periodo la actividad pesquera se incremento de forma muy acusada, con lo cual de una situación de sub-explotación en la primera parte del periodo se paso a otra de sobre-explotación en la segunda. Este proceso modifico la resiliencia de las poblaciones que como se muestra en la figura se tornaron más sensibles a la variabilidad climática.
Todo ello refuerza la idea de que la gestión pesquera debe tener en cuenta la complejidad y el funcionamiento de los ecosistemas marinos y su variabilidad y por ello se sigue estudiando como esta variabilidad fuerza los procesos en el ecosistema. En este contexto en 2012, con la participación de 35 científicos marinos de 7 países pertenecientes a instituciones científicas de las Islas Baleares, del Mar Ligur y del Mar Tirreno, se celebró en Palma de Mallorca un Seminario para analizar las condiciones medioambientales que pueden afectar a comunidades y poblaciones en las distintas regiones.
Estos estudios han llegado a mostrar también como las condiciones hidrográficas pueden influenciar la accesibilidad de la pesca a la gamba roja y otras especies que viven sobre el fondo marino. Si comparamos las capturas mensuales de gamba roja desembarcadas en el Puerto de Soller, en la costa norte de Mallorca, con las observaciones de la intensidad de los torbellinos o vorticidad en las aguas superficiales del área de pesca vemos que cuando mayor es la vorticidad menores son las capturas. La explicación de este fenómeno puede estar en que cuando los torbellinos generados por la vorticidad llegan al fondo y remueven el sedimento crean una turbidez a la que la gamba roja responde desplazándose a aguas más profundas donde no es accesible a los artes de pesca de la flota de arrastre.
En la figura se muestra esta correlación negativa entre las capturas por unidad de esfuerzo (kilos capturados por caballo de potencia de los pesqueros) de gamba roja y la vorticidad en superficie en los caladeros de pesca de la costa norte de Mallorca. Esta correlación también se observa en el caso de otras especies como son los gatons y moxines, bacaladilla o maire, mollera, escamerlà o cigala y cangrejos, aunque la respuesta no es siempre la misma. Asimismo se observa que estos episodios de vorticidad son mucho más intensos en esta zona en invierno, de octubre a marzo, lo cual podría explicar en parte la menor accesibilidad de la gamba roja en esta zona durante el invierno.
Este mecanismo es similar, si bien de menor magnitud, al llamado cascading observado en los cañones submarinos de la costa del norte de Cataluña. En la costa peninsular es el cascading el que al provocar un transporte de materia particulada hacia el fondo provoca la turbidez mientras que en el Mar Balear, al no haber aportes fluviales, son los episodios de vorticidad los que provocan la turbidez. Desde 1999 y sobre todo en el periodo 2005–2006 se observaron fenómenos de cascading que provocaron en aguas profundas la formación de la llamada thick bottom nepheloid layer (BNL) que llegó a alcanzar un grosor de cientos de metros. En 1999 la BNL se extendió desde la costa catalana en todo el Mediterráneo noroccidental llegando al este de las Islas Baleares y al Mar Ligur. Después de los inviernos de 2005–2006 la BNL llego a cubrir la totalidad del Mediterráneo occidental.
En 1999 la BNL desapareció al año siguiente pero en el caso de 2005–2006 la turbidez todavía se observaba en 2011 y es probable que nuevos fenómenos de cascading den dar lugar a formación de nuevas capas que seguirán afectando a la accesibilidad de los recursos pesqueros.
Queda mucho, muchísimo por conocer acerca del impacto del clima y de la variabilidad medioambiental sobre los hábitats y las poblaciones de seres marinos, son múltiples los aspectos que deben ser abordados y solo una apuesta decidida por la investigación marina puede ir poco a poco arrojando luz sobre esta problemática tan importante de cara a asegurar la sostenibilidad de la especie humana sobre el planeta.
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