#20. Historias del Instituto Español de Oceanografía

Hace unos días se celebró en el Centro Oceanográfico de Baleares del Instituto Español de Oceanografía una reunión del proyecto ECLIPSAME. Efectos sinérgicos del CLIma y la Pesca Sobre los ecosistemas demersales del Atlántico norte y el MEditerráneo occidental. Se trata de un proyecto del Plan Nacional de I+D+i, liderado por el Instituto, en el que participan la Universitat de les Illes Balears, el CSIC y otras instituciones de Dinamarca, Noruega, Gales y EEUU. Se pretende explorar si los cambios que se observan en los ecosistemas marinos y sus poblaciones están causados por el clima, por la presión pesquera o por una combinación de ambos.

A la reunión asistieron investigadores de diferentes generaciones de varios centros del Instituto y finalizada la primera jornada de trabajo decidimos cenar juntos. Fue el 13 de mayo de 2015 y cenamos en el Restaurante Beewi de Palma de Mallorca. Éramos Antonio Punzón y Augusto Rodriguez de Santander, Jose Castro de Vigo, Juan Gil de Cádiz, Luis Gil de Sola de Málaga y Enric Massutí, Lucia Rueda, Manolo Hidalgo, Beatriz Guijarro y Pere Oliver de Palma y se nos unieron Jorge Tornero y Fernando Ramos de Cádiz que esos días también estaban en Palma.

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Durante la cena, como siempre, “arreglamos el Instituto” y en un momento dado alguien se refirió a las deficiencias de habitabilidad del Buque Oceanográfico Miguel Oliver en particular y de los buques del Instituto en general. El comentario me llamó la atención y quise explicarles las condiciones en que se trabajaba en las campañas tiempo atrás. No para descalificar los deseos de mejora de los que hoy realizan las campañas, sino para relativizarlos.

Les hablé de la campaña de Somalia en 1981 a bordo del pesquero “Isla de Lanzarote”  bajo “bandera” del IEO. Además de ser el primer barco pesquero asaltado por piratas somalíes, los que participaron en esa campaña se tuvieron que enfrentar a otras muchas peripecias.  Los piratas se llevaron del barco todo lo que pudieron y tomaron como rehenes a Armando Astudillo y a Juancho Camiñas. Durante su cautiverio llegaron a temer la posibilidad de verse frente a un pelotón de fusilamiento.

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Recordé también mi primera campaña, ya como investigador del Instituto, en el verano de 1974. Se pretendía ir en El Pescador, buque que posteriormente fue remodelado y rebautizado Odón de Buen, hasta el banco sahariano para valorar las posibilidades de pescar allí la gamba como se hacía en Mallorca. Cuando, después de un sinfín de dificultades y penurias, conseguimos llegar y atracar en Huelva nos dimos cuenta de lo descabellado de  aquella empresa. Por razones diversas y la habitabilidad era una de ellas, decidimos volver a Mallorca.

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Consideré obligado hablar también de las campañas a bordo del Buque Oceanográfico Cornide de Saavedra y así lo hice. En ese buque las condiciones de habitabilidad eran mejores que en los pesqueros en los que habitualmente trabajábamos, pero no eran las de los buques de hoy y no solo por cuestiones de alojamiento. En una de esas campañas, en el verano de 1976 debíamos hacer experiencias de marcado de pulpo en el banco sahariano, pero la marcha verde de Marruecos frustro nuestros planes y tuvimos que trabajar alrededor de las Islas Canarias. Con tan mal ambiente a bordo que yo como jefe de campaña y varios compañeros del equipo científico nos vimos sometidos a una especie de juicio inspirado en el código de justicia militar por la oficialidad, que era militar, y castigados varios años sin volver al Cornide de Saavedra.  El capitán del barco, instigador del juicio, probablemente por el pollo que había armado, también fue destinado a un pequeño buque cisterna que abastecía de agua potable a la isla de la graciosa.

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Siguiendo con el Cornide de Saavedra, relaté alguna de las historias referidas a las campañas que, entre 1980 y 1987, realizamos en África occidental, desde Marruecos hasta la frontera del Congo. Solo citar, de entre las muchas cosas que ocurrieron en esas campañas, el día en que de regreso a Vigo desde de la costa africana por una avería tuvimos que desembarcar a dos compañeros marroquíes sin pasaporte y los llevamos a Madrid, alojándolos en el Hotel Regina junto al IEO en la calle Alcalá. Con tan mala fortuna que, a la mañana siguiente, se produjo un atentado palestino en las oficinas de El Al en los bajos del hotel Regina y vivimos una mañana de histeria hasta que con ayuda de la policía  pudimos sacar del hotel a los compañeros marroquíes, que permanecían aterrados en su habitación, y meterlos en un avión rumbo a Casablanca.

Togo jpgHistorias y más historias que dan para una sobremesa y para muchas más. Contábamos y preguntaban y con Luis Gil de Sola recordamos el día que, cenando en un restaurante de Túnez, salió una danzarina al escenario para bailar la danza de los siete velos. Luis decidió subir al escenario para acompañarla en su actuación y una profesora de la Universidad de Génova a la que no le pareció nada bien ni la danza ni la incorporación de Luis, se levanto y empezó a gritar “che vergogna, che ignominia” gritos que en nada afectaron a Luis, que siguió hasta el final haciendo requiebros a su pareja de baile.

Fue un dialogo entre diferentes “clases de edad” de investigadores del Oceanográfico que resultó francamente enriquecedor. Acercándose mi jubilación, me vi, en cierta forma, pasando un testigo a los nuevos científicos del Instituto. Un testigo que poco tiene que ver con lo profesional, que eso ya lo hacemos en las sesiones de trabajo, pero que, en mi opinión, dice de la forma de ser y de hacer de la gente del Instituto.

Más tarde, de regreso a casa, me vino a la memoria un día en que yo también sentí que se pasaba el testigo, aunque en aquella ocasión yo era el receptor. Fue en los primeros años 70 del siglo pasado. Yo trabajaba en mi tesina ayudado por doña Emma Bardan y doña Mercedes García, viudas de Luis Bellón y de Francisco de Paula Navarro. Próximas entonces, también ellas a la jubilación, me ayudaban en mi trabajo de preparar las escamas de dorada que Jorge Washington Guevara me traía de Mar Menor para leer edades. Recuerdo que Doña Emma y doña Mercedes me trataban con mucho cariño. Un día apareció en el laboratorio Olimpio Gómez, un químico que al parecer acababa de reingresar en el Instituto y con el que acabé tomando una cerveza en Baviera. Baviera era una cervecería que estaba en los bajos del edificio de Alcalá 27 y que frecuentaba la gente del Instituto.

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Olimpio, que como yo ahora rondaba los 65 años y estaba próximo a la jubilación, me contó que había ingresado en el Instituto en 1923 como alumno y que su primera campaña, ya como investigador, la realizó en 1926 a bordo del príncipe Alberto de Monaco frente a Málaga. Un barco cuyas condiciones de habitabilidad, al parecer, tampoco eran nada del otro mundo. Yo le conté que había estado embarcado unos días en el buque oceanográfico Xauen en una de sus últimas campañas antes de ser retirado del servicio y desguazado. Entonces me contó que él había participado en 1929 en la primera campaña oceanográfica del Xauen. Recuerdo que sentí que, si las cosas no se torcían, aquel día estaba recogiendo un relevo.

Me contó también que en 1939 acabada la guerra civil el personal del Instituto afín a la República fue depurado y muchos expulsados del Instituto llegando incluso a tener que exiliarse. Él se había ido a los Estados Unidos. Cuando pudo regresó y en 1955 solicitó  el reingreso al Instituto, pero le fue denegado. Finalmente, en su segundo intento, al final del franquismo, se le había concedido el reingreso y ya estaba pensando en la jubilación. Curiosamente esa fue la vacante que yo ocupé por oposición en 1974.

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La del Beewi fue una noche redonda, historias de mis cerca de 50 años en el Instituto, me atrevería a decir que incluso más, que, con los recuerdos de la conversación en Baviera, se prolongaban a casi los inicios de la institución. Sentí que, con toda seguridad, las historias del Instituto tendrían continuidad en el futuro, porque había visto a los compañeros entusiasmados con las historias que contábamos los que ya estamos cerca del final del camino.

6 comments on “#20. Historias del Instituto Español de Oceanografía
  1. Victor Gemar dice:

    ¡Cuando se tiene una edad ….. es tiempo de recordar! Bien hecho

  2. Pablo dice:

    Gracias por contribuir a que no se pierdan estas historias!

  3. Rogelio Abad dice:

    Hola Pedro. Que tiempos. Solo que la foto de Costa de Marfil en realidad es de Togo. Lo recuerdo bien. En ese lago que se ve al fondo perdí una cámara de fotos, y todo por no consentir que un lugareño me sacara a hombros, literalmente, de una canoa, para que no me mojara. Nos mojamos bien la cámara y yo. Historias, historias.

  4. ivan cestino dice:

    buenas, mi padre aparece aparece en la foto de playa buchana al sur de Monrovia,
    JUAN MANUEL CESTINO JUAREZ , le agradecería si me pudiese mandar fotos en las que salga, me gustaría tenerlas de recuerdo, muchas graciasss

  5. GONZALO LOZANO SOLDEVILLA dice:

    El buque que aparece con la A no es el Xauen, es el Arcila.

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