#53. La “gestión adaptativa” de la pesca en el Mar Balear vs el «efecto salmón»

Solo una «gestión adaptativa» de la actividad pesquera podría evitar que en un futuro próximo desaparezca la oferta de productos pesqueros provenientes de la pesca extractiva local de los mercados y restaurantes de las Islas Baleares y se imponga el que podemos llamar“efecto salmon”.

El salmón es el pescado más consumido en España y también en las Islas Baleares. De hecho cada vez resulta más difícil encontrar  en mercados y restaurantes pescado procedente de la pesca extractiva local.

En las Islas Baleares la flota profesional pone en el mercado entre 3.ooo y 4.000 toneladas al año y el consumo local de productos de la pesca es de 32.000 toneladas al año. La cuenta es fácil, se importan anualmente unas  28.000 toneladas de productos de la pesca y de ellas solo unas 10.000 toneladas son producto fresco (ver el post numero 7 de este blog titulado ¿Cuanto pescamos en las Islas Baleares y cuanto pescado comemos? goo.gl/WNnulm):

El salmón que consumimos proviene de la acuicultura. La producción mundial actual de salmón del Atlántico cultivado excede el millón de toneladas. Se comercializa en fresco, entero, trozado o fileteado, congelado y ahumado y cada vez más como productos con valor agregado. Cada año el salmón cultivado, como otras especies provenientes de la acuicultura, siguen ganando cuota de mercado pese a la polémica existente acerca de su cultivo. Preocupan el efecto contaminante por nutrientes o por uso de tratamientos químicos sobre el medio ambiente o la contaminación genética de las poblaciones silvestres y la propagación de enfermedades o al uso masivo de harina y aceite de pescados capturados por las pesquerías industriales.

Pero si el mercado del salmón y otras especies cultivadas como son la lubina, la dorada o el rodaballo va viento en popa, la pesca extractiva local, que pone en el mercado un producto fresco, de alta calidad y sobre todo elemento esencial de nuestra cultura mediterránea, está en clara recesión. Esto es lo que podemos llamar «efecto salmon”.  Para dar una idea de esta circunstancia basta ver que si en 1980 la flota balear de pesca estaba formada por unas 1.000 embarcaciones en las que trabajaban cerca de 2.000 personas, en 2012 solo quedaban unas 325 embarcaciones de pesca profesional y algo menos de 700 pescadores, una tendencia que por el momento sigue inexorable.

Si no se pone freno a esta dinámica de forma urgente no es difícil prever la desaparición del sector pesquero balear. Una desaparición que conllevaría lógicamente la desaparición de una oferta de producto pesquero local en mercados y restaurantes además de que un sector profesional que siempre ha vertebrado las sociedades mediterráneas dejaría de existir. Las actuaciones que urgentemente se deberían llevar a cabo para enfrentarse a este «efecto salmón» son de dos tipos. Unas encaminadas a asegurar la sostenibilidad de la explotación modificando el modelo de explotación actual y otras encaminadas a mejorar la comercialización del producto para asegurar la sostenibilidad de la actividad pesquera. Básicamente se trataría en primer lugar de ajustar el esfuerzo extractivo y las artes y condiciones en que estas se usan para minimizar su impacto sobre los hábitats sobre los que actúan y para ajustar la producción al potencial del recurso sin sobreexplotarlo. De hacerlo así, se conseguiría además reducir el consumo de combustibles fósiles y la emisión de gases reduciéndo con ello los costes de explotación y mejorando las condiciones de trabajo y de seguridad a bordo de los pesqueros. Por otro lado, se deberían ajustar los beneficios de la comercialización del producto de la pesca a los costes de explotación y esto se debe conseguir diferenciando el producto fresco local certificando ademas su calidad.

Estas medidas que deberían ser revisadas anualmente para poder introducir las correcciones precisas en función de los resultados obtenidos, son el resultado de lo que se conoce como “gestión adaptativa” de la explotación pesquera. En ella intervienen los diferentes actores implicados: la administración que representa a la sociedad que es en definitiva propietaria del recurso explotado, los usuarios o sector pesquero que pone en el mercado un producto alimenticio a cambio de una compensación económica y los científicos que aportan el conocimiento necesario para poder gestionar la actividad de forma eficaz. Ver en este mismo blog el post #45. ¿Quiénes son los científicos, que es la Ciencia, que es el Método Científico y para qué sirve todo ello? (goo.gl/FQswRW).

El problema es que a la hora de verdad las cosas no funcionan como debieran y el resultado es que la sociedad, verdadera propietaria del recurso pesquero, ve como este producto fresco proveniente de la pesca extractiva local va desapareciendo y el sector pesquero, encargado de llevar a cabo la extracción y comercialización, también.

La Administración, encargada de regular la actividad y que en todo momento se muestra partidaria de llevar a cabo una “gestión adaptativa” eficaz, sea por falta de voluntad o por incapacidad material, se ve desbordada por la realidad. El sector pesquero, que también manifiesta su deseo de que se lleve a cabo una “gestión adaptativa” eficaz, a la hora de la verdad vuelve a los malos hábitos de la sobrepesca. Ver en este mismo blog el post número 18. ¿Qué es la sobrepesca? (goo.gl/VV) y la comercialización continua carente de criterios de rentabilidad. Los científicos, sea por falta de interés o por desanimo después de haber realizado esfuerzos infructuosos, se encierran en torre de marfil mientras que algunos sectores de la sociedad son los únicos que intentan evitar una catástrofe anunciada.

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