Desde que a finales del siglo XVIII se introdujera la pesca de bou en las Islas Baleares, es muy probable que el arte de bou no sufriera grandes modificaciones, ni en su tamaño ni en su estructura, hasta los primeros años del siglo XX. En 1920 las cerca de 30 parejas que constituían la flota de arrastre balear, con la excepción de dos parejas de la Sociedad Pesquera Mallorquina S.A. que operaban desde el puerto de Palma, una con motores diesel y la otra a vapor, todavía navegaban y pescaban a vela. Fue al parecer Antonio Terrasa Mercant “mosset”, armador y patrón de la pareja Colonia del Carmen y Ciudad de Manacor que operaba desde Porto Cristo, el primero que decidió motorizar sus llaüts instalando motores de 20 caballos de potencia (ver La pesca de bou en Porto Cristo (1909-1987). Esa potencia era la equivalente a la de una embarcación tirando a vela. En 1923 también equipo a sus llaüts con puertas de arrastre, lo que le permitió abandonar la pesca en pareja y arrastrar el arte con una sola embarcación. Por ello tuvo que instalar motores más potentes, de 35 caballos.
En pocos años se motorizó toda la flota y se equiparon las embarcaciones con puertas de arrastre con lo que desapareció la pesca en pareja. Los artes en un principio eran muy parecidos a los utilizados por las parejas a vela, artes construidos con fibras textiles como el cáñamo y de dimensiones relativamente reducidas, en torno a 20 metros de longitud desde los calones hasta el copo. Estos artes lograban una abertura vertical de medio metro o menos barriendo una superficie del fondo de unos pocos metros. A partir de ese momento, con el objetivo de mejorar su eficacia, los artes fueron modificando su estructura y al aumentar la potencia propulsora de las embarcaciones también aumento su tamaño.
Las puertas de arrastre sirven para asegurar la abertura horizontal del arte, son arrastradas mediante el cable de arrastre de acero y actúan a modo de cometas hidrodinámicas. Las puertas que se unen a los calones situados en la parte anterior de las bandas mediante las malletas de fibra alambrada y obligan al arte a abrirse en horizontal.
La modificación de los artes y de las puertas, las cuales si primero fueron de madera rectangulares reforzadas con acero en los bordes a partir de los años 1970 fueron siendo substituidas por otras de acero, hizo posible acceder a nuevos fondos más profundos. El resultado fue que cada vez más especies fueron accesibles y vulnerables a unos artes de arrastre que progresivamente fueron aumentando su capturabilidad.
Una característica importante a la hora de determinar la capturabilidad del arte, su capacidad de captura, es sin duda su tamaño y el tamaño depende obviamente de la capacidad de tiro de la embarcación que lo arrastra, de la potencia de su motor. Si durante todo el siglo XIX las parejas que arrastraban a vela lo hacían con una potencia equivalente a 40 caballos, 20 por embarcación, a partir de la motorización y hasta finales de los años 1960 los motores instalados en las barques del bou no superaron los 200 caballos. Los artes de las parejas como el que vemos extendido sobre el muelle de Alcudia en los años 1920 median en torno a 20 metros mientras que medio siglo más tarde ya median unos 50 metros de largo como vemos en los artes extendidos sobre el muelle pesquero de Porto Cristo.
Esta mayor capacidad de pesca de los artes de arrastre también conllevó un mayor impacto sobre los hábitats y las especies, un impacto que ha llegado a ser enorme. Los esfuerzos realizados para mejorar la selectividad de los artes, ampliando el tamaño de las mallas de la red con el fin de dejar escapar a los peces más jóvenes o a las especies que no son objetivo, hasta el momento no han generado el resultado esperado. Esta falta de resultados se debe, sobre todo a que la flota pesquera se sigue resistiendo a incorporar la tecnología desarrollada para mejorar la selectividad y minimizar el impacto.
Además, si hasta los años 1960 los artes se habían construido con fibras textiles como el cáñamo o el algodón, a partir de ese momento se empezaron a introducir fibras sintéticas como la poliamida o nylon y el polietileno o plástico, materiales más ligeros, duraderos y económicos. Ello hizo también posible arrastrar artes de mayores dimensiones o incrementar la velocidad de arrastre.
Esta introducción de nuevos materiales coincidió, a partir de los años 1970, con un aumento imparable de la potencia de los motores, algo que con mucha probabilidad está constituyendo la sentencia de muerte de la pesca de arrastre en las Islas Baleares. Primero se instalaron motores de más de 400 caballos, pero en 1980 ya se arrastraba con motores de 600 caballos de potencia, en los últimos años 1990 con 800 caballos y a partir del 2000 con 1000 y más caballos de potencia. Obviamente estos aumentos de potencia conllevaron el aumento de la dimensiones de los artes. En los años 1970 se introdujo el arte conocido como “huelvano”, un tipo de arte que gracias a unos pies de gallo a la altura del arranque de las malletas, que se convertían en dos tirantes, permitía lograr mayores aberturas verticales en la boca del arte. En esos años, los artes ya lograban aberturas horizontales en los calones de casi 30 metros y verticales de 7 y más. También se hicieron pruebas con artes de cuatro paños o caras conocidos como art quadrat o francés, pero este tipo de arte, que podía incluso pescar sin tocar el fondo para la captura de especies pelágicas, no llegó a introducirse con éxito.
Todas estas mejoras en los artes, que acompañaron al aumento de la potencia de los motores de las embarcaciones, obligo a instalar en los barcos maquinillas hidraulicas más potentes y capaces de trabajar con mayores longitudes de cable de arrastre que además tuvo que ser de mayor sección, más pesado y también a instalar maquinillas para las malletas y para el arte, lo que permitió por otro lado reducir las tripulaciones. Se intento también adaptar una rampa en la popa de las embarcaciones para virar el arte con mayor facilidad, este fue el caso del arrastrero Moralti en 1980, pero esta modificación no dio buenos resultados.
El aumento de la potencia de los motores, que por lo general en la actualidad se sitúan entre los 600 y los 1000 caballos y consecuentemente de la capacidad de pesca de los artes, que en la actualidad ya superan los 100 metros o mas de longitud desde los calones hasta el copo, son la causa principal de la situación actual de sobrepesca de los caladeros (ver ¿Qué es la sobrepesca?) y del principio del, más que probable, fin de las barques del bou en las Islas Baleares. A finales del siglo XX, pese al continuado aumento de la potencia individual, la buena noticia fue la relativa estabilización de la potencia total de la flota, que lógicamente tuvo que coincidir con una disminución del número de unidades, lo cual ya no es tan buena noticia puesto que es claro indicador de la decadencia de esta flota. Una tendencia que sigue imparable (ver Las generaciones de barques del bou de Mallorca).
Últimamente, en una búsqueda de un modelo de explotación sostenible, se están realizando esfuerzos para incorporar puertas de arrastre menos agresivas con los hábitats del fondo. Unas puertas que pueden llegar incluso a no tocar el fondo durante las operaciones de arrastre. De esta forma se podría ademas reducir el consumo de combustible y con ello la cuenta de gastos de las embarcaciones y la emisión de gases de efecto invernadero. También se está experimentando con redes que permitan reducir la captura descartable, sea por ser ilegal su captura o por ser escaso su interés comercial. Todo ello en busca de la sostenibilidad de la pesquería de arrastre de las Islas Baleares, un objetivo que, hoy por hoy, todavía se ve lejano. De hecho la pregunta de si ¿Tiene futuro la pesca de arrastre en las Islas Baleares? sigue en el aire.